domingo, 21 de febrero de 2010

LO QUE OCULTAN LAS CASETAS DE FERIA

El gran problema de los sevillanos desde hace dos semanas no es el paro, ni siquiera las inundaciones que, miren Uds. por donde, están dejando en evidencia en Andalucía los lugares donde seguramente se produjeron los mangazos de maletines en el pasado, obras publicas donde la comisión bajo cuerda dio paso al ahorro en materiales y calidades.

Ni la lluvia ni los zarpazos diarios de la crisis entre las más modestas economías de la capital andaluza han preocupado tanto como el “pecadillo”, sociológicamente hablando, descubierto con la caseta de feria del concejal socialista Alfonso Mir, oriundo de la UGT. Tomado el asunto por el PP de Zoido como una cuestión menor de desgaste a la figura de Sánchez Monteseirín, la bronca casetera va camino de convertirse en el gran culebrón de esta explosiva Primavera que nos llega aunque tarde.

Para los lectores que no conozcan la importancia social que los sevillanos dan a su feria abrileña (que a veces cae en mayo), convendrá reseñar que una caseta en el Real es un bien escaso (y carísimo para seis días) , que hay cola permanente de demandantes y que, esa circunstancia, históricamente ha generado un mercado negro de usos de casetas alquiladas o cedidas bajo cuerda a precios astronómicos. También es cierto que cuantos han sido pillados, los menos, han sido sancionados. Cada vez que se cambia el equipo de gobierno en Sevilla, el concejal del que más interesa su amistad es el de Fiestas Mayores, normalmente el menos idologizado en sus decisiones porque la Semana Santa no da para mucho margen y la feria es lo que es, conceder casetas con cuenta gotas y porcentajes. Ese mercadeo fue especialmente escandaloso en la década de los ochenta y noventa, al calor de la Expo, cuando las grandes empresas se instalaron en Sevilla durante los preparativos del 92. Era la época de los aviones privados en San Pablo que traían y llevaban a los Conde, De la Rosa y sus invitados del mundo mundial a la caseta de Manolo Prado, que en paz descanse.

Tener caseta en la Feria de Sevilla es y ha sido un signo de distinción que abarca a todas las capas sociales sin excepción. Aún se recuerda aquella feria del primer ayuntamiento democrático cuando la caverna sevillana bramó porque Luis Uruñuela (PSA) y Amparo Rubiales (PCE) abrieron al populacho la, hasta entonces, distinguida y señorial Caseta Municial. La extrema derecha no cayó en la cuenta que el asalto popular a la caseta municipal, a por los langostinos y las cigalas de tronco, fue el único “Palacio” que conquistó el “rojerío” de entonces en aquella primavera roja sevillana. La llegada de la democracia municipal permitió que la elitista Feria de Sevilla se abriese al disfrute de amplias capas populares. Partidos, distritos, sindicatos, asociaciones, cofradías, peñas etc, accedieron a principio de los 80 a casetas abiertas, con el andalucista José Luis Ortiz Nuevo como garante de la ortodoxia tradicional y de la estética del escenario que aún se mantiene como la uniformidad de la pañoleta,colores en las lonas etc.

La inmensa mayoría de los titulares de casetas, muchas de ellas familiares o de peñas, viven la feria al margen de este mercadeo donde solo funciona el boca a boca y con tres copas de más, pero la caseta es un asunto que no se pierde de vista en todo el año, especialmente cuando hay que cumplimentar, a pie de obra, la solicitud, pago de tasas etc. Por cierto, inaudito que a dia de hoy todo ese trámite no se pueda hacer telematizado. Hace dos años una larga cola de ciudadanos, entre ellos el ex alcalde Uruñuela, se chupaban hasta cuarenta minutos de espera para pagar en ventanilla las tasas de sus respectivas licencias. Solicitar la caseta cada año, y a mano, supone para los titulares una torturante obsesión ya que, un descuido en fechas, significa perder de facto tan preciado tesoro y, después, a ver quien aguanta a los socios ese año sin caseta.

El lector habitual se estará preguntando a qué viene tanta recreación a la importancia que aquí le damos a la Feria de abril y sus casetas, cuando aún falta tiempo para que deje de llover. Sigo con el hilo de la caseta del concejal Alfonso Mir.

Por lo que parece Mir ha vulnerado las normas municipales en la transferencia de titularidad de una caseta, pero lo vino haciendo desde cuando ni siquiera era concejal. Tras ser pillado y humillado políticamente ha dado marcha atrás y todo se ha repuesto legalmente a su sitio. Pero la bronca parece que no ha terminado para el PP que ha seguido calificando el asunto como “una vergüenza” y como “un gran escándalo” llegando a pedir dimisiones, incluida la del alcalde quien parece bastante enojado con los del PP.

Puestas así las cosas, Monteseirín, acosado judicialmente por el Caso Merca y políticamente inestable dentro de su partido en Sevilla, ha dado orden de husmear a fondo en los archivos de los últimos años de la Feria, en las concesiones y fechas de solicitud de las casetas otorgadas por delegaciones del PP cuando gobernó con Rojas Marcos y el PA, con dos hombres de Soledad Becerril que ocuparon esa delegación, Jaime Bretón y Adolfo Lama. (Por cierto, que en política de concesiones siguieron todos formalmente el mismo esquema de cuotas y tercios que sus predecesores Ortiz Nuevo y Fernández Floranes). En definitiva, el alcalde ordenó husmear en los tradicionales mamoneos o compadreos que históricamente se vienen produciendo entorno al tema de las casetas, gobierne quien gobierne el ayuntamiento.

Pero resulta que buscando y buscando, ya puestos, incluso le han echado un vistazo a las casetas “tipo Mir”, esas que un día se les concedió a un determinado colectivo sindical de trabajadores municipales como las limpiadoras y que, con el paso de los años, acaban en manos de un grupo de amigos y socios donde se lo pasan pipa.

Hablan incluso de una caseta que fue (¿o es?) de los conductores municipales, caseta donde coincidirían cada mes de abril y desde hace tiempo personajes públicos que podrían dar a entender cosas, digamos que poco estéticas -¿o poco éticas?- desde el punto de vista político y judicial. En fin, cuentan que la indagación ha dado “frutos sorprendentes” y un buen ramillete de casos relacionados con gente muy diversa y conocida de la sociedad sevillana, que habrían accedido a la titularidad sin ponerse en la larga cola de peticionarios, o sea, accediendo por el tercio de las perdidas anteriormente o el tercio discrecional a personas o entidades relevantes, a criterio del delegado de turno. (El otro tercio iba destinado a la cola de aspirantes).

Pero saben los socialistas que, sacar eso a la luz, no sería un buen negocio político para ellos, entre otras cosas porque en los favores o privilegios feriales no hay siglas ni colores de partido.

En el PP más o menos ya saben por donde les puede morder Monteseirín tras rebuscar en el baúl de los recuerdos de la feria. También intuyen que el bocado más doloroso que se les avecina va encaminado a remachar la idea de que Monteseirín está siendo víctima de un linchamiento, “vamos, una conspiración en toda regla” tras la que, para los socialistas, se esconden intereses políticos, de amistad...y quizás feriales.

Al leer las anteriores lineas, más de un socialista, estará esta mañana inquieto, enojado y sorprendido que pueda conocerse fuera de un círculo muy restringido de personas las circunstancias que apunto. En definitiva y para no andar con circunloquios: parece que la próxima bomba casetera tendrá que ver con una, cuya titularidad es de un colectivo sindical municipal, donde coincidirían entre otros como usuarios una guapa y afamada jueza sevillana junto a dirigentes del PP de Sevilla. Lo dicho, con las lluvias, esta primavera va a ser explosiva.

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